Entrevista a Samir Amin,
presidente del Foro Mundial de las Alternativas
"El desafío es pasar de la resistencia a la ofensiva"
Fernán Chalmeta
Diagonal
Fuente: Rebelión
Samir Amin, economista egipcio e intelectual que preside el Foro
Mundial de las Alternativas, red internacional de centros de
investigación y de intelectuales militantes creada en 1997, analiza la
situación de los movimientos de lucha anticapitalista y las
perspectivas de futuro. DIAGONAL lo entrevistó en el Foro sobre
Globalización y Desarrollo Desigual, en Madrid.
DIAGONAL: Antes de Rostock, los movimientos contra la globalización
neoliberal parecían acabados. En Rostock, 100.000 personas salieron a la calle contra el G-8.¿Cómo ves la salud del movimiento a nivel
político y social? ¿Con qué desafíos se enfrenta?
SAMIR AMIN: El liberalismo, la ofensiva del capital y del
imperialismo, se cristalizó a lo largo de los '80, pero se desarrolló
en los '90, y hay que resaltar que las reacciones de resistencia se
desarrollaron muy deprisa. Desde mediados de los '90 los movimientos
de resistencia a esta ofensiva se expandieron por todo el mundo y
tomaron la forma del Foro Social Mundial (FSM), a partir de 2001 en
Porto Alegre. Pero debemos tener en cuenta que los FSM, como los foros
sociales regionales y muchos de los nacionales, son lugares de
encuentro, nada más que eso, y a veces, como con motivo de los G-8,
manifestaciones colectivas, que son política, moral y psicológicamente
muy útiles, pero que no son lugares donde se profundiza en el debate
ni se desarrollan estrategias de lucha.
Los foros sociales son por definición abiertos: no hay censura ni
prohibiciones, pero a la vez es muy costoso desplazarse por el mundo
para encontrar a otros colegas y camaradas para manifestarse. Por ello
existe cierto desequilibrio en las representaciones en el seno de los
foros sociales. Muchas de las organizaciones mejor dotadas
económicamente no son las más interesantes desde el punto de vista de
las luchas que llevan a cabo, como muchas ONG que son, en el peor de
los casos, parasitarias de los movimientos de lucha sin aportarles
gran cosa y que están sobrerrepresentadas. Por el contrario, las
grandes organizaciones 'tradicionales' que desarrollan luchas, las
organizaciones sindicales, obreras, campesinas, por un lado no siempre
tienen los medios financieros para tener una gran representación, y
por otro no necesariamente dan prioridad a la participación en este
tipo de manifestaciones, y debemos tener esto en cuenta.
D.: ¿Qué otras alternativas hay?
S.A.: En el seno de y en paralelo a los FSM hay otras redes que
intentan poner en contacto los movimientos de lucha. El Foro Mundial
de las Alternativas (FMA), que tengo el honor de presidir y que fue
creado en 1997, pone el acento en la elaboración de la "convergencia
en la diversidad", es decir, en la discusión de objetivos y en la
cristalización de estrategias políticas comunes.
Por ejemplo, ¿cómo reconstituir el frente unido del trabajo en unas
condiciones estructurales muy diferentes de las condiciones
estructurales de la organización del trabajo hace 50 años? La forma de
organización del trabajo principalmente obrero en la gran empresa y
ahora, bajo el efecto del liberalismo y de la revolución tecnológica,
la precarización, las deslocalizaciones, la diseminación del proceso
productivo, han creado condiciones y estructuras de organización de
las clases obreras muy diferentes. Hay que encontrar las formas de
organización apropiadas. No soy de los que dicen que los sindicatos
nunca sirvieron para nada. El salto adelante del Estado de bienestar
nunca se habría producido sin los partidos comunistas, sin los
partidos socialistas, sin los sindicatos que durante un tiempo dieron
a las clases obreras una legitimidad política que nunca antes habían
tenido en la historia del capitalismo y que están perdiendo hoy. Pero
las formas de organización y de acción correspondían a otro momento.
También diría que hay un progreso en la conciencia democrática en el
sentido de que frente a las formas de organización relativamente
verticales, que correspondían a otra época de la formación de la
expansión capitalista y de la estructuración de las clases obreras y
que podían ser eficaces en su época, hay hoy -debido al aumento del
nivel de educación- mayores exigencias democráticas. Creo que son
positivas, pero también provocan ilusiones, como que el movimiento
espontáneo podría crear alternativas por sí solo. Yo creo que la
dialéctica, teoría y praxis, no puede ser eliminada de las exigencias
de la convergencia en la diversidad, y esta convergencia implica un
reconocimiento democrático real de la diversidad de intereses
sociales, nacionales, etc., y de la diversidad de culturas políticas.
El respeto de esa diversidad no excluye la necesidad de construir la
convergencia, y el FMA fue creado para ello. Cito los grandes asuntos:
reconstruir la unidad de la clase obrera, construir la alianza obrera
y campesina. Para el 80% de la humanidad, para los pueblos del Sur, la
población rural representa aún la mitad o más de la población total.
Por ello, si no se responde a las necesidades de supervivencia y de
desarrollo de esa masa campesina con políticas de desarrollo que
garanticen el acceso al suelo y el uso eficaz del suelo, del agua,
etc., las clases populares urbanas se quedarán relativamente
fragmentadas, aisladas y, en consecuencia, débiles frente a sus
enemigos del capitalismo mundializado y de sus agentes locales. Es un
problema que se plantea tanto a nivel nacional en los países del Sur
como a nivel mundial: pienso en las tentativas, a través del
agronegocio, de desposeer al campesinado del dominio de su producción,
que es el producto de siglos de acumulación de conocimientos
científicos y tecnológicos, en provecho de multinacionales como
Monsanto.
Otro asunto es el de la democracia, y para mí la democratización de
las sociedades debe estar asociada al progreso social y no disociada
como propone la fórmula occidental que nos quieren vender. Asociar
democratización al progreso social en todas sus dimensiones, y no sólo
a la gestión de la política por el supuesto pluripartidismo y las
elecciones, es fundamental. Y en este ámbito también hay mucho que
hacer: derrotar el proyecto de EE UU y de sus aliados subalternos
europeos a través de la OTAN de control militar del planeta, un
control que muestra que el capitalismo no puede dominar el planeta sin
el uso de medidas de represión violenta incluida la agresión militar.
D.: ¿Tienen los movimientos la capacidad de intervención a nivel
mundial?
S.A.: Todos esos movimientos llevan a cabo luchas legítimas, pero que
la mayoría de las veces están delimitadas en el espacio y limitadas a
un ámbito. Es necesario que tomen conciencia de que deben entrar en
contacto unas con otras e integrarse en un proyecto o en proyectos
alternativos coherentes. Esto implica una visión política y superar el
ámbito particular donde se llevan a cabo las luchas por una
alternativa positiva.
Y es principalmente a nivel nacional- porque los cambios y
cristalizaciones políticas y la definición de las culturas políticas
particulares se producen a este nivel-, que esta conjunción puede
producirse, pero es también necesaria a nivel mundial: puesto que el
capital está mundializado, para hacerle frente necesitamos un
internacionalismo de los pueblos. Es por ello por lo que me pronuncio
por una quinta internacional. En la etapa actual, las luchas son
mundiales en el sentido de que se desarrollan en espacios que cubren
todo el mundo, pero no están aún mundializadas porque les faltan dos
cosas: una es la voluntad de construir una convergencia en la
diversidad a escala mundial, lo que implica una visión
internacionalista y, en mi opinión, una perspectiva socialista. Pero
también implica el paso de un movimiento defensivo a la ofensiva; los
movimientos son esencialmente de resistencia: al neoliberalismo, a las
deslocalizaciones, al desmantelamiento de las conquistas sociales y
los derechos laborales, a la agresión policial y militar... El desafío
es pasar de la resistencia a la ofensiva, es decir, lograr, a través
de las luchas, la cristalización de una alternativa positiva.
D.: ¿Cómo se ha avanzado en este campo?
S.A.: Creo que el paso de la defensiva a la ofensiva se ha iniciado.
En América Latina, la victoria de Lula, independientemente de lo que
pensemos sobre la evolución posterior de Brasil, ha producido una
ruptura: la irrupción en la vida política del pueblo brasileño, de la
clase obrera, de un partido como el PT, de sindicatos... y aún no se
ha pasado página. Y tenemos otras "avanzadas revolucionarias".
Venezuela lo es, y lo vemos no sólo a través del inicio de las
transformaciones sociales internas, sino también a través de
propuestas como el ALBA. Avanzada revolucionaria también en Bolivia:
el hecho de que por primera vez en su historia un indio, es decir, un
representante real de la mayoría de la población campesina de ese
país, sea elegido presidente no es cualquier cosa. Incluso la
reelección de Ortega en Nicaragua, aunque sea en condiciones muy
diferentes a las de la primera victoria de los sandinistas, no es
cualquier cosa. Al igual que la victoria electoral de Correa y la
cristalización de una izquierda alternativa radical en países como
México o Perú.
Creo que en América Latina esta avanzada revolucionaria se explica por
el hecho de que los movimientos sociales, que también han empezado
como movimientos de resistencia, se han politizado y han cristalizado
en alternativas políticas que cuestionan el poder establecido. No
defiendo el discurso de que el poder establecido no tiene importancia,
de que la transformación se hace en la sociedad, despreciando el
poder. Ni siquiera compartí la opinión del subcomandante Marcos de que
la cuestión no es del poder; de hecho, el movimiento neozapatista ha
vuelto a echar agua en su vino, y la articulación con otros
movimientos de transformación política de México empieza a ser una
realidad. No soy de los que, beatamente optimistas, piensan que se ha
pasado página definitivamente, pero soy optimista en el sentido de que
estas primeras avanzadas revolucionarias pueden preparar el terreno
para otras que vendrán después.
África: el continente vulnerable
SAMIR AMIN: Buena parte de África, en la etapa actual del sistema
capitalista mundial, es especialmente vulnerable. Es por ello que las
políticas de ajuste estructural que han creado problemas de deterioro
grave por todo el mundo son todavía más devastadoras cuando la
sociedad es relativamente vulnerable y frágil como lo es a menudo en
África. Esto no impide que haya reacciones a esta situación, entre
otras, el renacimiento de los movimientos campesinos, movimientos que
estuvieron en el origen de la independencia de África. Y este
renacimiento de los movimientos campesinos se produce bajo nuevas
condiciones, es decir, en contra no ya de los poderes coloniales
extranjeros sino de sus poderes locales y nacionales.
Convergencia en la diversidad
SAMIR AMIN: Creo que con el hundimiento de Europa en el proyecto
antidemocrático de la construcción europea, cimentada en el
neoliberalismo económico y social y en el atlantismo político y
mientras los pueblos europeos no deconstruyan ese proyecto no habrá
gran cosa que esperar más que lo que vemos hoy: la construcción de un
pseudoconsenso en el que los partidos políticos de la derecha y de la
izquierda electoral no son muy diferentes en lo que hacen cuando están
en el Gobierno, es decir, aliarse sobre las exigencias del
liberalismo. Mientras no se deconstruya ese proyecto el pueblo europeo
vivirá con la ilusión de otra Europa que le gustaría que sea social,
pero que no lo será nunca. También en otros lugares del mundo hay
reacciones negativas. Vengo de una región, la árabe, africana,
ampliamente musulmana, en la que la deriva hacia la ilusión de una
alternativa para-religiosa y para-étnica son también involuciones. No
soy pesimista con respecto a los movimientos de lucha en el mundo: no
están en declive, sino que siguen creciendo, pero siguen enfrentados a
desafíos y las respuestas están lejos de cristalizar: la respuesta
para la construcción del socialismo del siglo XXI exige el respeto de
la convergencia en la diversidad.
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